Jueves 23 de febrero de 2024
De camino al cementerio me vino a la mente esos días de médicos en el Materno Infantil, planta baja. Y enfrente una consulta, sin duda una más si no fuera por su cartel a la entrada ONCOLOGÍA INFANTIL.
Hoy más que nunca entendí que el Cáncer no entiende de edad, ni de sexo, ni de cualquier otro rasgo o condición.
Esta mañana me dirigía al cementerio de La Cala, ese cuya última vez que visité fue por cuestiones políticas, ya saben, mi eterna lucha por un elevador hidráulico, porque como dije una vez, por desgracia, todos pasaremos por allí. Hoy el tema era lamentablemente otro.
Curiosamente esta mañana hablaba con una buena amiga sobre LA VIDA, Me decía: “la vida es un juego y hemos venido a jugar”.
Así es, lo puedo entender. Estamos de paso, estamos un tiempo limitado, no hay nadie que no tenga fecha de caducidad, incluso no está en nuestras manos el tiempo que queramos durar…O si.
Pero yo me pregunto, hablando metafóricamente de ese juego que comentaba horas antes. ¿Quién decide sobre nuestra partida? ¿quién decide sobre cuándo debemos abandonarla, sobre por qué volvemos a la casilla de salida teniendo que comenzar de cero, quiénes deciden que tengamos que permanecer castigados en otra casilla y esperar varias jugada, viendo pasar al contrincante.
Supongo que entra en juego la SUERTE, también es cuestión de estrategia. Hay quienes toman el camino recto y quienes aprovechan los atajos. Pero tarde o temprano el juego termina y no siempre conseguimos ser el vencedor.
Tristemente hoy se nos fue una vecina. Una mujer joven y muy querida por todos. De esas que vivía para y por los demás, quizás dejando a un lado su propio cuidado. No soy quien para juzgar a ese tipo de personas, porque yo misma así lo hago también.
Decía una señora en el tanatorio: “Hoy no tenemos derecho a quejarnos” dando a entender que estamos vivos y eso ya es algo a tener muy en cuenta.
Le respondí: “yo dejé de quejarme hace tiempo, cuando algo llamado AUTISMO irrumpió en mi casa, con la única intención de quedarse”
Cuando ví su rostro asintiendo pude reconocer el autismo en su cara, de alguna forma u otra era conocedora de esta gran discapacidad invisible.
“Tengo un hijo con autismo, tiene 11 años.” Y ese fue el comienzo de hablar de muchas cosas. Del TEA, de Autismo en Positivo, del autocuidado pero sobre todo a ella le vino bien para saber que yo estaba ahí.
La vida puede ser de todo. A veces injusta, llevando el autismo a hogares y familias. A veces cruel, arrebatando a otras, sus seres queridos. Pero en algunas ocasiones, da un respiro, como un soplo de aire fresco que te eriza la piel. Incluso rara vez, te consiente que sueñes por un momento en que lo bueno está por llegar y que incluso puedes ser dueño de tu propio destino. Pero siendo todo lo anterior, lo que no cabe duda es que la vida puede llegar a ser maravillosa desde el mismo instante en el que respiramos y nos sentimos VIVOS.
Con todo mi cariño a Elo. Mi sentido pésame a su viudo, hijas y resto de familia y amigos.
