Una de las grandes preocupaciones de las madres y padres es la incertidumbre sobre el futuro de nuestros hijos e hijas. Esta preocupación se ve forzosamente incrementada cuando tu hijo tiene algún tipo de discapacidad y/o dependencia.

Nos hacemos mil preguntas: ¿cómo estará?, ¿quién lo cuidará o acompañará?, ¿cómo se desenvolverá?, ¿cómo lo tratará la sociedad estando sol@?

Quienes estáis en esta situación me entendéis perfectamente y seguramente como a mí, el corazón os irá a mil por hora cuando vuestra cabeza empieza a darle vueltas al asunto.

Siempre he reivindicado la importancia y la necesidad del autocuidado para estar bien, no solo física, sino mental y emocionalmente, para poder cuidarles, quienes lo vivís sabéis el gran desgaste en todos los aspectos que supone ser cuidador/a.  Si no, su cuidado que ya de por sí es duro, se complica mucho más.

Pero aún teniendo en cuenta ese autocuidado, no está en nuestras manos la seguridad plena de que duraremos todo el tiempo que nos necesite, pueden pasar mil cosas, y tiene que estar previsto.

Es cuando esa preocupación se convierte en un miedo atroz. y la falta de respuestas a la pregunta ¿y cuándo yo falte? te hace detenerte y pensarlo seriamente. Entonces llegan otras muchas preguntas:

¿quién le dará esos abrazos que tanto lo calma?

¿quién le dará esos besos sonoros que tanto le gusta?

¿quién le hará esas cosquillas en las palmitas de sus manos que lo autorregulan y lo serenan?

¿quién le dirá?, aqui estoy mi amor, te quiero.

Un día su hermano mayor, con 10 años me dijo: “mamá tranquila que yo cuidaré de él, nos iremos a vivir juntos y siempre estará conmigo”. Y pienso la suerte que tiene por contar con el mejor hermano del mundo.

Pero no podemos caer en ese error. Su hermano no debe portar una mochila que no le corresponde, cargada de crisis sensoriales, de momentos angustiosos y situaciones complicadas. Debe trazar el camino de su propia vida, evidentemente siempre estará ahi, para él, pero no debe ser su responsabilidad. Necesita buscar su felicidad de forma individual para ser un adulto sano emocionalmente.

Aunque haya días en los que quiera borrar de mi cabeza momentos concretos, situaciones que inmediatamente me llevarían a resetear mi pc interno, los mantengo en el disco duro de mi ser, intacto para aprender de ello y no volver a cometer los mismos errores. Aún todo lo anterior, sigo disfrutando de los buenos momentos del presente, porque sí,  también existen momentos buenos y seguramente los disfruto y valoro de una forma excepcional, porque en la mayoría de los casos, son logros alcanzados y esos ¡toca celebrarlos!

Dentro de mí  siempre estará esa pregunta que me persigue, pero quizás haya que darle tiempo al tiempo para poner todo en su sitio y nos guíe para continuar con paso firme hacia la mejor de las decisiones.

Mientras yo esté no le faltará de nada…¿Y cuándo yo falte? Estoy completamente convencida de que no estará solo.

 

 

Rocío

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